La presentación a casa llena de Putischka Totó la proclamada reina del sexo urbano en el Estadio Olímpico fue un éxito.
Sus fans enloquecieron en el momento central del concierto mientras interpretaba su éxito “Mandinga” donde montó una orgía de 8 minutos junto a sus músicos y bailarines, así como del presentador del evento, Estanislao la Grasa, escritor de poca monta, realizador de dudosos performances al que le gusta que le arañen la espalda.
Al acto subieron 10 personas del público compuestas por 2 hombres, 3 mujeres y 5 persones no binaries, además de un ser que dijo que no lo califiquen como persona y ni con género porque se percibe como un alieníga venido de Andrómeda, todos ellos se integraron al bacanal sexual, menos el alienígena que se quedó balbuceando un extraño mantra mientras recorría la tarima, en tanto que el público lanzaba condones, botellas plásticas de aguas, ropas interiores y sustancias líquidas no identificadas de consistencia espesa y blancuzca.
Previamente su invitado quien abrió el espéctaculo, el famoso artista urbano Papi Kalembo, recibió una gran ovación al interpretar junto a su hija su nuevo éxito “Chúpamelo a mí” en el que su niña de 14 años le practicó una felación que enloqueció al público y generó comentarios positivos en las redes sociales.
En tanto que los medios del patio e internacionales alababan la gran propuesta de la cantante que previamente había aparecido en portada de la revista Times como una de las mujeres del año.
Si este relato te resulta incómodo es porque estás en el 2022 y tus valores morales son aún obsoletos, en tanto que los hechos citados arriba son del año 2042 en los que nadie se escandaliza ya por los valores ni la moral.
Estás leyendo una crónica del futuro donde el sexo en espacios públicos está normalizado, las personas pueden andar desnudas en cualquier lugar si así lo desean, las relaciones sexuales entre adultos y menores es permitida incluyendo el incesto entre hijos menores y sus padres.
Todo ello gracias a la lucha de los grupos autodenominados como “liberales progresistas incluyentes” que con sus pañuelos, banderas verdes y otras con estética de arcoiris se apostaron durante meses frente al congreso y el palacio presidencial para pedir modificaciones en la constitución y en la legislación contra las restricciones al ser humano que consideraban opresoras.
Catalogando como un acto fascista el que uno persona no pudiera andar desnuda si se sentía cómoda consigo, pues el estado natural del hombre es la desnudez.
Igual también tildaban de fascitas a los que condenaban las relaciones sexuales entre adultos y menores, porque estas normativas legales no eran más que un constructo social del heteropatriardo por controlar les cuerpes y reprimir los deseos sexuales de les humanes, abriendo colateralmente una brecha para los defensores del incesto ya que ninguna autoridad debe legislar en tal materia en contra de los deseos de los miembros de una misma familia que deseen intimar.
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